Revista INARTES, Año I, Vol. 1. No. 1, junio-noviembre de 2024. ISSN Impreso: 3060-9704
Nació en Santo Domingo. Es crítica de arte, historiadora del arte, poeta, ensayista y narradora. Es Premio Nacional de Literatura, Premio E. León Jimenes de la Feria del Libro y Premio Nacional de Cuento y autora de decenas de monografías y obras sobre artistas plásticos dominicanos. Es autora de la Historia de la pintura dominicana, de Arte dominicano, 1844-2000, tomos 1 y 2, para Codetel.
osé Rincón Mora fue un ser humano ex- cepcional y esta condición determinó su creatividad hasta tal punto que si hacemos un viaje de recuento por las distintas etapas que el artista atravesó, debemos reconocer que, en cada una de ellas, aun en aquellos
trabajos que definen su productividad estudiantil, una ten- sión existencial se deja sentir y esa tensión ha sido el mo- tor de sus cuadros.
Nació en Cotuí (1938), un pueblo poético entre mon- tañas al norte de la isla. Estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Santo Domingo donde se graduó en 1962, y ese mismo año obtuvo su título de arquitecto en la Uni- versidad Autónoma de Santo Domingo. Al año siguiente se fue a vivir a Alemania, donde logró reconocimiento por una obra que, como la suya, ha proyectado su ser, su rea- lidad humana, sus identificaciones, sus rechazos… pero, principalmente, sus pasiones.
Y las pasiones de Rincón Mora nos alcanzan con esos trazos desgarrados de oro y negro o por los estallidos azu- les de una materia mariana, donde el misterio de la ma- ternidad palpita. El rojo de la sangre y del amor, cielo, flores, miseria, fealdad, miedo, gritos, susurros, compla- cencias, opulencia, objetos de la vida diaria, necesidades
cotidianas, conversaciones en apuntes rápidos o en mate- ria explayada y puesta sabiamente sobre la tela, logran una mezcla de erotismo y misticismo que define una obra llena de sinceridad, calidad y belleza.
Porque Rincón Mora agarró el expresionismo y lo hizo suyo a base de dejar su alma y su vida en los pape- les y las telas que pintó, consiguiendo bofetadas visuales, pero también sublimaciones de la existencia, una existen- cia que es pálpito atrapado en la gran ciudad, ciudad que él llena a base de los recuerdos terrosos de su pequeña tierra central, de su media isla crecida por los recuerdos, por el sabor del plátano o el olor a jazmín: por los paños oscuros de la viudez prematura: por los Reyes Magos en las iglesias de la niñez, y por los santeros de las lomas, con sus décimas y sus muñecos escuetos llenos de magia y sencillez.
“Mis telas con pan de oro son el recuerdo de deste- llos de rezos.” o “Pinto calladamente un pedazo de aquello enfermo que quiero sanar”. Son frases que definen sus in- quietudes. Monaguillos, payasos, mujeres con ojos desor- bitados, aparecen en pinturas y objetos móviles de madera pintada que vienen a ser preámbulos de esculturas, o títe- res desorientados buscando una respuesta.
JEANNETTE MILLER
José Rincón Mora (1938-2016) / / OCA | News
Ese expresionismo presente a lo largo su obra deviene en sus últimos trabajos en enormes cuadros expresionis- tas-abstractos donde el movimiento del agua y el cuerpo de la isla se evidencia
Esa gestualidad desgarrada y las sublimaciones in- creíbles aportan a sus pinturas una condición de estallido
En un mundo-mentira como el que hoy vivimos, don- de los valores estéticos ya ni se toman en cuenta en aras de las ventas comerciales, aquellos artistas que como Rincón Mora mantuvieron el carácter auténtico de sus realizacio- nes son de un valor trascendente. Trabajos como el suyo ayudan a conformar la mejor imagen de nuestra realidad plástica, pues funden historia, madurez e identidad garan- tizando que cualquier cosa que hagan, posee valor en sí misma.
José Rincón Mora, un gran expresionista. Quizás el pintor dominicano de mayor fuerza visual. Él pudo con- ciliar la belleza de las contradicciones que definen al ser humano en una amplia y múltiple producción que abar- có pintura, dibujo, grabado, escultura, murales, objetos… consiguiendo una obra gestual y desgarrada no exenta de espiritualidad y fe.
Indiscutiblemente José Rincón Mora ocupa un prime- rísimo lugar en el contexto de las artes visuales domini- canas.
o de pálpito donde lo bello se sostiene por la verdad, en un
despliegue de imágenes que van desde el retrato magnifi- cente hasta la superficie de una tela casi desnuda, capaz de ser ella todo un mensaje.
Lo bueno y lo malo de la vida, la libertad y sus pri- siones, las cárceles del miedo, las flores azules, rosadas y amarillas… se encuentran en esa obra esencial de José Rincón Mora, dominicano más aún porque vivió en Euro- pa y allí recreó con más fuerza los elementos que lo con- forman de manera rotunda y evidente. Frente a sus traba- jos nos sentimos ante la estridencia de la vida, una vida que vence la muerte con un trabajo que es mutación, cambio, perennidad…
Y así es la pintura de José Rincón Mora que vibra, respira, grita, se estremece; pero también contempla, llena de arrobadora perplejidad, el gran equilibrio de las esen- cias. Por ende, sus cuadros son una denuncia a la belleza hueca, prefabricada, y tienen el poder de desenmascarar los falsos valores, tan en boga hoy día.
“Sin Titulo” / José Rincón Mora (2003).
José Rincón Mora: Una obra gestual y desgarrada no exenta de espiritualidad
“Monaguillo” / José Rincón Mora (1961) / Museo UASD. “Retrato de Jeannette Miller” / José Rincón Mora.
“Virgen” / José Rincón Mora (1966).